AMIGOS Y CONOCIDOS

¡Feliz entrada de año visitante!

Acabamos de abandonar otro año más y comenzamos con fuerza uno nuevo. Y para mí, la mejor manera que he encontrado de empezar de nuevo con mis artículos, es con una reflexión en mi blog personal. ¿Preparado visitante? ¡Pues vamos allá!

Por el título ya habrás deducido la temática de la que te voy a hablar. La diferencia entre amigos y conocidos. Tampoco pretendo (puesto que nunca lo he hecho), sentar cátedra acerca de todo lo que digo en mis artículos del blog personal. Simplemente son una forma diferente de que me conozcas un poco más, descubrir mis inquietudes, mis miedos. En definitiva, mi personalidad. Y de ahí esta reflexión que estás a punto de leer.

Tras un tiempo (bastante largo, no es algo que haya deducido de la noche a la mañana) analizando mi vida, mi recorrido personal por todo lo que he vivido, he llegado a la conclusión de lo mal que catalogamos a la gente que nos rodea. Como les etiquetamos en función de su importancia en nuestro día a día. A cuanta gente le adjudicamos la palabra “amigo” sin tener en cuenta el valor que tiene. La importancia que se esconde tras esas cinco letras.

No eres mi amigo porque trabajes conmigo cada día codo con codo. No eres mi amigo porque recorramos una parte de nuestra vida de la mano. No eres mi amigo por formar parte de mi vida. No eres mi amigo por reírte conmigo. No eres mi amigo por el simple hecho de compartir el mismo universo.

Un amigo está sin estar. Siente en silencio y a voz en grito cada paso que das. Te sostiene entre sus brazos mientras lloras y te abraza en la distancia con sus pensamientos. Un amigo te ayuda incondicionalmente. Un amigo busca ese tiempo extra que le falta en su día a día para escucharte. Un amigo sabe que existes y piensa en ti aunque tú no lo sepas. Un amigo llama y espera tu llamada. Un amigo sabe que vuestra unión es de ida y vuelta. Que tan importante es dar como recibir.

Un amigo de verdad puede hablar contigo cada dos minutos por teléfono, o no comunicarse contigo durante semanas. Pero el momento en que lo hacéis, es como si continuarais una conversación dejada de lado minutos antes (aunque hayan pasado días). Siempre tendréis algo de qué hablar, porque la conversación fluirá con naturalidad, sin tener que pensar en el siguiente tema de conversación.

Sin preguntas tipo, sin silencios incómodos… Sin falsedad.

Con esto no quiero decir que todos esos conocidos que han entrado y salido de mi vida lleven la hipocresía o la mentira por bandera, ni muchísimo menos. Han formado parte de momentos buenos y malos; hemos reído, hemos llorado. Nos hemos emborrachado. Hemos sido partícipes de grandes eventos juntos. Pero han tenido su tiempo y su espacio. Y en el momento que han tenido que desaparecer, lo han hecho sin pena ni gloria. Sin lágrimas, sin enfados.

Al principio sí me hacía daño el no entender cómo era posible que personas que para mí habían resultado tan importantes, se iban difuminando hasta desaparecer. Esos amigos “del alma” ya no necesitaban ese contacto conmigo, no les hacía falta mi presencia.

Y ahí descubrí el efecto “embudo”. El camino de ida, pero no de vuelta. Descubrí que esa “amistad” había existido porque una de las partes de la cuerda seguía tirando con fuerza, con ilusión, con ganas. Y en el momento que dejé de tirar, la cuerda cayó al suelo. No te voy a decir que no dolió, porque te mentiría. Pero cada cuerda que iba desplomándose hasta el pavimento hacía menos ruido, levantaba menos polvo, hacía menos daño. Hasta que comenzó a aliviarme el dejar ir a todos y cada uno de ellos. Y así poder centrarme en quien realmente importa.

Así que todo esto que te acabo de descubrir acerca de mí, me ha hecho darme cuenta de la gran diferencia que existe entre amigos y conocidos. Pero hemos convertido la palabra “conocido” en algo frío, sin sentimientos. Como alguien a quien no le debes más que un saludo de buenos días y una sonrisa al marcharte. Y no es así. O al menos, yo no lo veo así. Están, dejan su huella y se alejan. Y no pasa nada.

Por tu vida pasarán muchos conocidos (gente que conoces, así de simple) y con la que conectarás en mayor o menor medida. Y creerás que son tus amigos, y así los llamarás con una sonrisa, creyendo que permanecerán a tu lado incondicionalmente. Pero no todos llegarán a la meta.

Yo sí tengo muy clara la diferencia. Ahora sí. Y tengo que confesarte que me siento feliz de ser capaz de distinguir entre unos y otros.

Porque ya no duele la indiferencia, ya no molesta el desapego. Ya no enfada la ausencia.

Porque solo eran conocidos.

Mis amigos tienen un hueco especial, ganado a pulso y eterno en mi corazón.

¿Y los tuyos? ¿Sientes esa misma diferencia entre ellos?

¡Nos vemos la semana que viene!

Deja un comentario