Descubrir si es posible conseguirlos
Hoy, antes de seguir indagando en los entresijos de «Suicidio del 97», me parece interesante y efectivo hablar sobre nuestros sueños, nuestros anhelos o nuestras metas (podemos llamarlos de mil maneras). ¿A qué me refiero con nuestros sueños? El abanico es tan extenso que podría estar toda una vida hablando acerca de nuestras metas. Pero me voy a centrar en los sueños «reales», los sueños «posibles».
Nuestra vida diaria, nos va delimitando un camino que seguimos como pequeños corderitos, acompañados de familia, amigos o solos. Pero nuestro camino, aunque creamos que ya está marcado por aquello llamado «destino», es susceptible de un cambio. El destino, como palabra en si misma, nos condiciona a creer que nos pase lo que nos pase, ya estaba predestinado a ocurrir. Si no conseguimos el trabajo que ansiábamos, era el destino; si esa relación que creíamos única llega a su fin, le echamos la culpa al destino.
Pues lo mismo ocurre con nuestros sueños. De menor o mayor envergadura, situamos al destino frente a ese desvío que nos puede llevar a conseguir lo que nuestro corazón desea, y achacamos nuestros miedos a una cruel jugarreta del destino.
No puedo triunfar en la música (no conozco a nadie que me ayude); soy un gran modisto, pero no puedo coser (nadie me ayuda a conseguirlo); me encantaría tener una tienda de manualidades hechas por mi (no seré capaz de sacar adelante todo lo que conlleva).
Son sólo tres ejemplos. Y podríamos achacar a cualquiera de los tres el vil metal. Sin dinero, no se hace nada. Podría ser así. ¿O es otra excusa para no luchar por lo que te gustaría? Desgraciadamente, la respuesta es tan triste como cierta. Durante toda nuestra vida, el sentimiento de comodidad, la sensación de bienestar, han sido impregnadas «a fuego». Conseguir un buen trabajo, una casa, una familia, un futuro.
Pues bien, todo esto es maravilloso. Todo posee coherencia hasta el momento en el que vemos nuestro sueño escondido tras una maraña llamada destino. Como si esa maraña no se pudiera deshacer. Simplemente, nos supone «demasiado esfuerzo» dentro de nuestra acomodada existencia y es mejor seguir el camino que nos han delimitado. No es la solución. Nunca lo será, por mucho que nos hayan enseñado lo contrario.
El conformismo, cuando es innato es una solución tan correcta como la que estoy tratando hoy. Pero en el momento en que ese conformismo se genera por el miedo a lo que puede suceder si vamos en busca de nuestros sueños, pierde su propio sentido. Para cualquier persona que deseara hacer «algo» diferente en su vida, el miedo a equivocarse no debería ser una opción. Aunque nos parezca la solución fácil.
Por supuesto, a todos (incluido yo, por supuesto), nos encantaría no tener carga ninguna; poder viajar cuando quisiéramos, comprar todo lo que nos gustara… Pero hablamos de utopías demasiado alejadas de la realidad. y lo mas importante para lograr tus sueños, es tener los pies en la tierra. Ser consciente de tu propia realidad y buscar la forma de moldear esta realidad para adecuarla a la consecución de tus sueños.
Si hablamos de sueños a corto o medio plazo, el miedo debería desaparecer como el humo cuando se apaga un fuego. No ocurre nada si nos equivocamos. Al menos sabremos que lo hemos intentado. Esa satisfacción es lo que el «destino» nos tendrá preparado. No importa si, tras esa sensación de «haber ganado», llega una bocanada que nos muestra que, aunque lo hayamos intentado, no era lo nuestro.
Nunca existirá mayor tristeza que la de no haber intentado algo.
Por eso, me gustaría acabar diciendo, que las excusas son las marionetas que tiene el «destino» para lanzarnos de nuevo a nuestro camino de corderitos. Simplemente, hay que cortar los hilos de esas marionetas y aprender a equivocarse.
Porque a lo mejor, no te equivocas.
Y te sorprendes.